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Los transgénicos no sólo son una amenaza a la vida, son un mal negocio

alberto_acostaPor Alberto Acosta

 

 

Cuando me comprometí con la soberanía alimentaria y con la prohibición a los transgénicos, lo hice con la responsabilidad de ser economista, no solo de ser conocedor de los temas ambientales.

Los transgénicos son una verdadera amenaza no sólo a la salud, el ambiente, y el patrimonio genético de nuestra biodiversidad. Son sobre todo una amenaza económica para los agricultores, erosionando a su vez, las oportunidades del país de entrar con su producción y sus ventajas comparativas a mercados internacionales diversos.

También es importante indicar, que no es verdad que se genere a través de los transgénicos un incremento de la productividad. Es una falacia que los transgénicos ayuden a los pequeños productores, o que con ellos se pueda triplicar o cuadruplicar la producción agrícola. Más bien sucede todo lo contrario. Los transgénicos generan mayor concentración de la tierra, no ayudan a aumentar la producción y restan puestos de empleo en el sector rural. En este sentido, no debemos olvidar que el trabajo no es solo un medio, sino que es un fin en sí mismo.

Los transgénicos no tienen nada que ver con la producción de alimentos como la papa o el tomate, tal y como se ha sugerido recientemente. Los transgénicos que se comercializan en la actualidad son la soya, el maíz, algodón y canola; siendo productos para insumos de alimentos procesados, alimentación animal o combustibles.

 

 

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Quito, 25 de septiembre de 2012

Más allá del desarrollo

Autor: Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo

El desarrollo es un concepto que en las últimas décadas ha logrado hegemonía, se convirtió prácticamente en un concepto de sentido común. Está simbólicamente ligado a una promesa de bienestar, de felicidad, de calidad de vida; pero al mismo tiempo, reduce esta calidad de vida a parámetros mercantiles de crecimiento económico y consumo.

El desarrollo nos ata irremediablemente a un imaginario determinado, occidental y colonial, a herramientas tecnocrácticas, y a unas prácticas depredadoras de la Naturalezaque nos han llevado a los límites del planeta. A pesar de la importancia de los procesos de cambio encaminados en América Latina, estos no han logrado salir de la vieja matriz desarrollista y extractivista.

Es necesario más que nunca construir alternativas que salgan del patrón impuesto al Sur global en la división del trabajo que establece el mercado mundial, regido por lógicas neoliberales. Alternativas económicas pero también políticas e institucionales, para superar las contingencias inscritas en el Estado patriarcal, colonial y clasista. En la región andina, conceptos como el buen vivir o vivir bien, el Estado Plurinacional y los derechos de la Naturaleza, abren horizontes para este debate urgente.

En esta publicación del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, exploramos algunos de estos temas, así como las consecuencias de políticas extractivas, la incidencia de los movimientos sociales frente a éstas, y las posibles transciones más allá del desarrollo.

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Fuente: Fundación Rosa Luxemburgo – Diciembre 2011

Los perversos versos de la minería. Correa en los laberintos de la megaminería

Por Alberto Acosta

“Hemos perdido demasiado tiempo para el desarrollo, no tenemos más ni un segundo que perder, (…) los que nos hacen perder tiempo también son esos demagogos, no a la minería, no al petróleo, nos pasamos discutiendo tonterías. Oigan, en Estados Unidos, que vayan con esa tontería, en Japón, los meten al manicomio.”

(Presidente Rafael Correa, 10.12.2011)

“Si queremos cero de contaminación tenemos que volver a la edad de las cavernas, y vamos a tener un aire más limpio pero los niños se nos van a morir a los 6 años, la esperanza de vida va a volver a los 18 años. Si me explico, son costos que implica el progreso, el futuro y lo que hay que tratar de minimizar esos ineludibles costos, elevemos el nivel de debate. No nos dejemos engañar por los demagogos, por los charlatanes, por la gente que por las fijaciones no quiere minería. Vamos a sus casas, entremos a ver si no tienen tenedores, cuchillos si no usan lentes, si no tienen relojes, si no hay ascensor, si no cogen bus, taxi, y si lo hacen son unos inconsecuentes”.

(Presidente Rafael Correa, 12.11.2011)

Estas aseveraciones, provenientes de quien fuera profesor universitario, son insostenibles. Solo por mala fe o por desconocimiento se puede llegar a la peregrina idea de que quienes, con argumentos, cuestionan la megaminería, están en contra de toda actividad minera. La lógica presidencial equivaldría a aceptar que si la economía primario‐exportadora genera y perenniza el subdesarrollo, la solución consistiría en dejar de explotar los recursos naturales. Obviamente, esa es una falacia. (…)

Como se ve, no estamos exclusivamente frente a una discusión técnica y económica, como pretende el lobby minero‐gubernamental. Siendo muy importante, tampoco se agota la discusión en lo ambiental. Esta es una discusión política de fondo. Necesitamos definir si queremos o no debatir lo que entendemos por “desarrollo”, más aún cómo vamos a construir el Buen Vivir que no es una alternativa de desarrollo, sino una alternativa al desarrollo. La disyuntiva es clara: creamos las condiciones para que esta discusión sea informada, participativa y democrática, o aceptamos la imposición que quieren endosarnos el presidente y las transnacionales mineras, en nombre de supuestas oportunidades económicas.

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Fuente: Argenpress.info – 14/02/12

La maldición de la violencia.

Extractivismo al desnudo.

Por Alberto Acosta

 

Resulta difícil entender cómo un gobierno popular, que se precia de revolucionario y que asume la defensa de los intereses populares, puede reprimir violentamente a sectores populares que reclaman sus derechos. Eso acaba de suceder en Bolivia. El gobierno del presidente Evo Morales, haciendo caso omiso a los reiterados pedidos para que abra el diálogo con los pobladores del Territorio y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), optó por la represión.

La indignación y la frustración se expanden cual círculos concéntricos por Bolivia y el mundo. Adolfo Chávez, dirigente indígena boliviano, no podía expresar de mejor manera su malestar: ʺLos pueblos indígenas de todo el país nos encontramos indignados y profundamente dolidos por el accionar del gobierno. Este gobierno nos prometió un cambio: respetar los derechos indígenas, respetar a la madre tierra, respetar nuestra cultura, respetar nuestra autodeterminaciónʺ. (…)

La violencia parece configurar un elemento consustancial del extractivismo, un modelo bio-depredador por excelencia. Hay violencia desatada por el Estado a favor de los intereses de las empresas extractivistas, sobre todo transnacionales. Violencia camuflada como acciones de sacrificio indispensable de unos pocos para asegurar el bienestar de la colectividad, independientemente de la orientación ideológica de los gobiernos.

En estas economías extractivistas se ha configurado una estructura y una dinámica política no solo violenta y autoritaria, sino voraz.

 

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Fuente: Rebelión – 30/09/2011